Crecí en el seno de una familia de artistas de origen multicultural en la que conviven las artes plásticas, la música y la literatura en una singular simbiosis en la que predomina un acercamiento al arte desde la pureza y la autenticidad. Mi padre, el pintor suizo Rudolf Häsler, residió a los 25 años en el desierto argelino de Ghardaïa. Anteriormente había emprendido viajes de estudio a Andalucía, lo que le llevó a conocer a mi madre, la cubano-andaluza María Lola Soler Sarlabous, en la ciudad de Granada, y a residir posteriormente doce años en la isla de Cuba. Posteriormente, una vez en España ya éramos un núcleo familiar de seis personas y Antas se convirtió en nuestro primer hogar. Numerosos y entrañables son los recuerdos de esos años que perduran en la memoria colectiva del pueblo y de mi familia, y son esos lazos emocionales los que me vinculan estrechamente a este lugar, los motores principales del Circuito Permanente de Música Clásica El Argar Musical. Es la culminación de un sueño.